30/12/15

propósitos para 2016

PD1: En la Misa del Gallo, el Papa abogó por la sobriedad: “En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Dios nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante

Y siguió diciendo: “Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración

No se puede decir nada más mejor. ¡Qué buenos propósitos, sobriedad, sencillez, compasión, misericordia, piedad, para este año 2016 que llega!

29/12/15

Lo que ha pedido Rosi a los Reyes...

PD1: Mi hija pequeña Rosario, de nueve años, que todavía cree en los Reyes Magos, escribió una carta, la metió en un sobre y la cerró. Nos pidió que la echara al correo. Conseguimos abrirla y nos llevamos una gran sorpresa: Después de decir que había sido buena, decía que solo quería dos cosas:

1- Un hámster, con su jaula y comida

2- La paz del mundo

Se despedía dando las gracias y diciendo que se iba a seguir portando bien…

Pasmado me quedé. A mi mujer se le saltaban las lágrimas. Horrorizado ya que cómo le hago saber que lo segundo no se puede comprar, sino que se consigue día a día, entre todos, desde la casa de cada uno.

Además, no nos quiso decir lo que había pedido, quería que fuera un secreto entre ella y los Reyes Magos. (Como varios de los que leéis esto la conocéis, no le digáis nada).

Hablamos con ella, y en connivencia con su hermana María, le sonsacamos lo del hámster, que nos tenía muy preocupados también… Qué asquet!!! Conseguimos convencerla de que lo cambiara por peces para el acuario que tenemos abandonado en el trastero. Le sugerí algún juguete pero, con 9 hermanos, tienen tantos, son todos iguales…

De lo segundo, de la paz del mundo, no nos dijo ni pío. ¿Qué le ponemos, qué hacemos? ¿Alguna sugerencia?

22/12/15

con obras y de palabra...

PD1: Si lo único que hay que hacer es coger a la persona que más quieres y decírselo… Hay que decirlo, con obras y de palabra. A Dios también.

18/12/15

arrodillarse...

PD2: Ayer me enteré que en Cataluña y Baleares la gente no se arrodilla en la Consagración en Misa. Parece que les duelen mucho las rodillas, o algo así. ¡Pobres! Me dicen que se ha perdido mucho la fe en estos sitios. ¡Qué pena! Supongo que tampoco harán una buena genuflexión cuando entren en la iglesia, ni al salir… ¿A qué se creerán que van? Sí, alabamos al Señor en la Eucaristía, le damos gracias al recibirle. Y ponernos de rodillas en la Consagración es un signo de adoración, de amor al Dios que nos ha creado, al Dios que nos mandó a su Hijo para salvarnos, al Dios que se queda en el Sagrario, al Espíritu Santo que habita en nosotros… Sí, falta mucha fe, pero hay que pedirla, hay que tratarle en la oración. Nos llega la fe si se la pedimos, si la buscamos…

17/12/15

no hacemos caso de lo que nos aconsejan...

PD2: Desprecio de los buenos consejos:
Qué cantidad de veces nos da la gente, los que más nos quieren, buenos consejos que no hacemos ni caso. Si lo hacen por nuestro bien. Pero es que nos creemos los más listos del mundo mundial…

16/12/15

para evitar rupturas...

PD2: No podemos esperar a que se arregle el matrimonio por sí solo. Hay que actuar, hay que tratar de reducir ese inmenso número de rupturas…

15/12/15

¿por qué se tienen menos hijos?

PD2: Cada vez la gente se casa más tarde: La edad media fue de 33,3 años en 2014.

En 2004 era de 30,2 años

En 1994, de 27,9 años

En 1984, de 25,8 años

Luego si quieren tener hijos, les queda muy poco tiempo… ¿Por qué esa tardanza en casarse, en comprometerse para siempre? Por pasta y por egoísmo…, por querer correrse muchas juergas antes de asentar la cabeza…, por lo bien que se vive a la sopa boba, porque encontrar una pareja de la que te puedas enamorar es muy difícil… Demasiados cambios en las personas, demasiadas dudas les entran cuando ven tantos divorcios…

Y además es por dinero. Hace 30 años empecé a trabajar y los recién licenciados cobrábamos 2.5 millones de pesetas (15.000 euros al año). En pocos años ya ganábamos 4.000.000 ptas (24.000 euros), y años después seguimos ganando más, y llegábamos a ganar por encima de los 60.000 euros en menos de 10 años. Era general, no fui yo la excepción (de los licenciados).

Han pasado 30 años y la vida en estos años ha subido mucho, IPCs de al menos un 3% anual acumulativo, es decir, que lo que costaba 100 hace 30 años, ahora cuesta más del doble.

Pues se están colocando por 600 euros/mes y alcanzar los 1.000 euros al mes, ser mileuristas, es un éxito, un triunfo. Estos son 12.000 euros al año que pocos alcanzan y que pasan los años y pocos verán su carrera mejorar…

Luego la vida se ha encarecido mucho y los sueldos han bajado una barbaridad.

Y las casas no cuestan lo que nos costaron a mi generación hace 30 años, sino el doble, a pesar del recorte del 50% de los años de crisis, desde 2008.

¿Quién puede permitirse el lujo de tener hijos? Muy pocos y los que pueden, con el relativismo consumista actual, prefieren gastarse el dinero que ahorran en comprarse un cochazo (a crédito), irse a casas rurales, o viajar al extranjero, a donde sea…

Hay desconfianza sobre el futuro, se sigue teniendo mucho miedo a perder el trabajo. La crisis ha sido terrorífica y el paro es muy alto todavía.

El cambio de mentalidad ha sido muy severo en los jóvenes. Quieren disfrutar a tope de la vida, el compromiso les aterra, y las ganas de vivir a todo trapo es insuperable. Es el maldito relativismo consumista que atenaza la sociedad, expulsa a los jóvenes (menores de 40 años) de las iglesias, y que viven pensando en sí mismos y dándole gusto al cuerpo con lo que sea, comprándose lo que pueden permitirse y lo que no. Y los hijos les son un incordio, lloran, cuestan dinero, y les impide cumplir sus metas vitales.

Cambiará la cosa en unos años, pero tardaremos un montón…

14/12/15

rezar mientras estás esperando...

PD2: Estuve tres cuartos de hora esperando para hacer un trámite administrativo. En mi espera fui rezando por los que estaba viendo junto a mí. Me impresionó mucho una pareja de casados mayores, de unos 70 años, que discutían continuamente porque ella no se manejaba con el móvil y él lo dominaba. Le estuvo dando mucha caña… Pobre señora pensé, si a los 70 me vuelvo tan farfollas, mi mujer me sufrirá… Le diré que me avise de cuan memo me voy convirtiendo con los años, y espero me corrija y la siga cuidando. Al otro lado había un señor jubilado que iba suspirando cada minutos. Resoplaba sonoramente… Le acompañaba su hija de 40 que no le quitó el ojo a su móvil, qué afición!!!! Hablaban de cosas que salían en el móvil continuamente, de vídeos del perro que tenía su hija, como la vida misma. Yo seguí con mis rezos. Esas esperas largas son pistonudas para rezar…

11/12/15

dominar al otro

PD2: Dominar a tu pareja es muy malo…

Dominio del otro en la pareja

El campo más importante de aprendizaje para las personas, no lo dudemos, lo constituye el comportamiento de los padres y, en algunos casos, la influencia de aquéllos que nos rodean.

Por tanto, nuestra forma de vivir, nuestra forma de amar les influye y les enseña.

Los hijos son esponjas y lo aprenden todo. Eso no podemos olvidarlo nunca.

De nuestro comportamiento, de la forma como llevemos nuestras relaciones ellos aprenderán, a querer, a disculpar, a callar, a hablar, a sonreír y, si se me apura, hasta a guiñar un ojo en un momento oportuno. Captan si sus padres se llevan bien, si son felices, si están preocupados, tensos o relajados en el amor.

Tengamos en cuenta que en una relación siempre se establecen áreas de dominio: económico, intelectual, físico, de familia, etc. Es normal. Y será a través del uso que la persona dominadora haga de ese dominio como los hijos aprenderán y entenderán el amor, el interés y la delicadeza en la vida o, por el contrario, aprenderán a generar grandes sufrimientos.

Hay familias donde la convivencia es difícil porque uno de los progenitores tiene atado, chantajeado o acomplejado al otro en el área, por ejemplo, del dinero, de la fortaleza emocional, de la inteligencia, o de la cultura. O porque cree que el otro le "debe" algo.

Muchas veces la inoportunidad y la falta de delicadeza a la hora de hablar, hacen que esté humillando con frecuencia.

Por vanidad, por el afán de quedar bien, por querer quedar por encima, se humilla delante de los demás al otro de una manera continuada. Corrigiéndolo en público, demostrando o intentando demostrar que uno vale más que él o ella.

En realidad, es la manifestación de un complejo larvado y oculto que humilla y hace sufrir.

Además, el que un miembro de la pareja manifieste una superioridad sobre el otro, haciéndole sufrir, es una cosa que los hijos no aguantan y, antes o después, provocará que se pongan de parte del más débil.

Hay muchas personas que, por falta de reconocimiento de quien debería quererle, sufren problemas de autoestima y se sienten humillados de manera frecuente.

Es una falta de inteligencia no valorar al otro siempre que se pueda. Como expresión de cariño que es, nos será devuelta con más afecto y ternura.

Por tanto, la única forma inteligente de dominar al otro es amándolo más, intentando ser más generoso, haciéndole sentir seguro en el cariño que le tenemos.

Lo demás son complejos de inferioridad.

10/12/15

Angela Merkel ha ganado la portada de Time

¡Enhorabuena! Es la pera, es la mejor… ¡Qué pena que no contemos con este tipo de líderes políticos en España!

Angela Merkel Is Time's Person Of 2015

When Time magazine announced the short list of its Persons of the Year for 2015, there was some consternation that the winner could be ISIS leader Abu Bakr al-Baghdadi or, maybe even worse according to the US press, Donald Trump. Instead, according to the just announced final results, the two gentlemen are in positions #2 and #3 respectively, with the winner being Germany's iron chancellor, Angela Merkel, whose position however in the aftermath of Europe's historic refugee crisis, has been downgraded from "iron" to quite shaky in recent weeks.

Here is Time's logic:

Europe’s most powerful leader is a refugee from a time and place where her power would have been unimaginable. The German Democratic Republic, where Angela Merkel grew up, was neither democratic nor a republic; it was an Orwellian horror show, where the Iron Curtain found literal expression in the form of the Berlin Wall. The shy daughter of a Lutheran minister, Merkel slipped into politics as a divorced Protestant in a largely Catholic party, a woman in a frat house, an Ossi in the newly unified Germany of the 1990s where easterners were still aliens. No other major Western leader grew up in a stockade, which gave Merkel a rare perspective on the lure of freedom and the risks people will take to taste it.

Her political style was not to have one; no flair, no flourishes, no charisma, just a survivor’s sharp sense of power and a scientist’s devotion to data. Even after Merkel became Germany’s Chancellor in 2005, and then commanded the world’s fourth largest economy, she remained resolutely dull—the better to be underestimated time and again. German pundits called her Merkelvellian when she outsmarted, isolated or just outlasted anyone who might mount a challenge to her. Ever cautious, she proudly practiced what Willy Brandt once called Die Politik der kleinen Schritte (the politics of baby steps), or as we call it in the U.S., leading from behind.

Then came 2015. Not once or twice but three times this year there has been reason to wonder whether Europe could continue to exist, not culturally or geographically but as a historic experiment in ambitious statecraft. Merkel had already emerged as the indispensable player in managing Europe’s serial debt crises; she also led the West’s response to Vladimir Putin’s creeping theft of Ukraine. But now the prospect of Greek bankruptcy threatened the very existence of the euro zone. The migrant and refugee crisis challenged the principle of open borders. And finally, the carnage in Paris revived the reflex to slam doors, build walls and trust no one.

Each time Merkel stepped in. Germany would bail Greece out, on her strict terms. It would welcome refugees as casualties of radical Islamist savagery, not carriers of it. And it would deploy troops abroad in the fight against ISIS. Germany has spent the past 70 years testing antidotes to its toxically nationalist, militarist, genocidal past. Merkel brandished a different set of values—humanity, generosity, tolerance—to demonstrate how Germany’s great strength could be used to save, rather than destroy. It is rare to see a leader in the process of shedding an old and haunting national identity. “If we now have to start apologizing for showing a friendly face in response to emergency situations,” she said, “then that’s not my country.”

And so this time, the woman who trained as a quantum chemist did not run the tests and do the lab work; she made her stand. The blowback has come fast and from all sides. Donald Trump called Merkel “insane” and called the refugees “one of the great Trojan horses.” German protesters called her a traitor, a whore; her allies warned of a popular revolt, and her opponents warned of economic collapse and cultural suicide. The conservative Die Welt published a leaked intelligence report warning about the challenge of assimilating a million migrants: “We are importing Islamic extremism, Arab anti-Semitism, national and ethnic conflicts of other people as well as a different understanding of society and law.” Her approval ratings dropped more than 20 points, even as she broadcast her faith in her people: “Wir schaffen das,” she has said over and over. “We can do this.”

At a moment when much of the world is once more engaged in a furious debate about the balance between safety and freedom, the Chancellor is asking a great deal of the German people, and by their example, the rest of us as well. To be welcoming. To be unafraid. To believe that great civilizations build bridges, not walls, and that wars are won both on and off the battlefield. By viewing the refugees as victims to be rescued rather than invaders to be repelled, the woman raised behind the Iron Curtain gambled on freedom. The pastor’s daughter wielded mercy like a weapon. You can agree with her or not, but she is not taking the easy road. Leaders are tested only when people don’t want to follow. For asking more of her country than most politicians would dare, for standing firm against tyranny as well as expedience and for providing steadfast moral leadership in a world where it is in short supply, Angela Merkel is TIME’s Person of the Year.

Y sobre todo, muchas gracias!!!. Gracias por permitir, por dar cobijo, por alimentar, por encontrar trabajo a más de un millón de refugiados sirios, es lo que ya han entrado por sus fronteras en lo que llevamos de 2015. Los buenos dirigentes mundiales sirven para este tipo de retos. Mil gracias y enhorabuena. Pasará a la historia como uno de los mejores políticos del mundo, muy pocos lo consiguen nunca… Abrazos,

PD1: Ese racismo que se mantiene en nuestra sociedad, ese mirar mal a los que no son como nosotros, a los negros, a los musulmanes, a los gitanos, a los refugiados… Lo tenemos metido dentro y es malo, muy cruel.

En todas las conversaciones que puedo saco el tema de ayudar a los refugiados sirios y me desespero, nadie quiere hacer nada: les da miedo que entren terroristas, les da miedo el efecto llamada a otros países africanos. Si esa pobre gente no puede hacer más que huir de Siria…, ¡caramba!

¿A qué esperamos para acoger refugiados? ¿Estamos tontos o qué? Somos unos egoístas y Alemania nos está dando un gran ejemplo del buen hacer, de solidaridad, de grandes valores, de eficacia, como siempre… ¡Ay de la España católica, ay!

9/12/15

sin prisas...

PD3: Hay que hacer las cosas desde el amor y no desde las prisas. Que cuando tengas que estar con una persona, estés; cuando tengas que trabajar, trabajes; cuando quieras (puedas) leer, leas; y cuando vayas a rezar el rosario, lo reces… Las mujeres pueden hacer dos y tres cosas a la vez; los hombres somos direccionales y debemos hacer una cosa tras de otra. Pero hay que ponerse y no quedarse pegado a la tele…

4/12/15

llega la Navidad

PD5: El año se acaba. Mira qué ridículo, ¿nos hemos vuelto locos o qué? Además, esto debe saber de asco…

Este fin de semana/puente es cuando se suelen adornar las casas españolas con cosas de Navidad. Nosotros ponemos un buen árbol, lleno de bolas, y un gran Portal de Belén, repleto de figuras. Luego le echamos muchos rezos… Para rezar ayuda ver la sencillez con que nació el Niño Dios, en un pesebre, sin nada… ¡Qué humildad para un Rey! Su mensaje de amor lo genera desde su propio nacimiento.

3/12/15

rezar no es pensar mucho...

PD2: "La oración no consiste en pensar mucho, sino en amar mucho" (Santa Teresa de Jesús)

2/12/15

pensar en el otro

PD3: Si en una relación no se piensa en el otro, hay egoísmo continuado, voy a lo que me interesa de forma habitual, lo que se está haciendo es desgastando la relación. O sea, se está dejando de querer.

El desgaste, es decir, dejar de querer, no es hacer grandes cosas contra la relación, sino dejar de hacer pequeños actos de amor. Esa renuncia a hacer pequeños actos de amor por pereza, por egoísmo, por que cuestan, es lo que va minando la relación y desgastando el amor.

El amor se desgasta a base de dejar de hacer pequeños actos de amor que son posibles, pero que uno no hace porque " da lo mismo" Si esos actos se hacen con ganas y sin ellas, ya se está queriendo.

1/12/15

dolor

PD1: José Luis Martín Descalzo nos contaba esto:

Reflexiones de un enfermo en torno al dolor

El dolor es un misterio. Hay que acercarse a él de puntillas y sabiendo que, después de muchas palabras, el misterio seguirá estando ahí hasta que el mundo acabe. Tenemos que acercarnos con delicadeza, como un cirujano ante una herida. Y con realismo, sin que bellas consideraciones poéticas nos impidan ver su tremenda realidad.

La primera consideración que yo haría es la de la «cantidad» de dolor que hay en el mundo. Después de tantos siglos de ciencia, el hombre apenas ha logrado disminuir en unos pocos centímetros las montañas del dolor. Y en muchos aspectos la cantidad del dolor aumenta. Se preguntaba Péguy: ¿Creemos acaso que la Humanidad está sufriendo cada vez menos? ¿Creéis que el padre que ve a su hijo enfermo hoy sufre menos que otro padre del siglo XVI? ¿Creéis que los hombres se van haciendo menos viejos que hace cuatro siglos? ¿Que la Humanidad tiene ahora menos capacidad para ser desgraciada? 

LA MONTAÑA DEL DOLOR 
Los medios de comunicación nos hacen comprender mejor el tamaño de esa montaña del dolor. El hombre del siglo XIV conocía el dolor de sus doscientos o de sus diez mil convecinos, pero no tenía ni idea de lo que se sufría en la nación vecina o en otros continentes. Hoy, afortunada o desgraciadamente, nos han abierto los ojos y sabemos el número de muertos o asesinados que hubo ayer. Sabemos que 40 millones de personas mueren de hambre al año. Y hoy se lucha más que nunca contra el dolor y la enfermedad... Pero no parece que la gran montaña del dolor disminuya. Cuando hemos derrotado una enfermedad, aparecen otras nuevas que ni sospechábamos (cómo olvidar el SIDA) que toman el puesto de las derrotadas. En la España de hoy, y a esta misma hora, hay tres millones de españoles enfermos. Y diez millones pasan cada año por dolencias más o menos graves. Pero el resto de sus compatriotas (y de sus familiares) prefiere vivir como si estos enfermos no existieran. Se dedican a vivir sus vidas y piensan que ya se plantearán el problema cuando “les toque» a ellos”. 

Sabemos muy poco del dolor y menos aún de su porqué. ¿Por qué, si Dios es bueno, acepta que un muchacho se mate la víspera de su boda, dejando destruidos a los suyos? ¿Por qué sufren los niños inocentes? Nosotros, cristianos, debemos ser prudentes al responder a estas preguntas que destrozan el alma de media Humanidad. ¿Quién ignora que muchas crisis de fe se producen al encontrarse con el topetazo del dolor o de la muerte? ¿Cuántos millares de personas se vuelven hoy a Dios para gritarle por qué ha tolerado el dolor o la muerte de un ser querido? 

Dar explicaciones a medias es contraproducente y sería preferible que, ante estos porqués, los cristianos empezásemos por confesar lo que decía Juan Pablo II en su encíclica sobre el dolor: El sentido del sufrimiento es un misterio, pues somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Algunas respuestas pueden aclarar algo el problema y debemos usarlas, pero sabiendo siempre que nunca explicaremos el dolor de los inocentes. 

TEORÍAS, NO 
Una de esas respuestas parciales podía ser la que afirma que dedicarse a combatir el dolor es más importante y urgente que dedicarse a hacer teorías y responder porqués. 

Hemos gastado más tiempo en preguntarnos por qué sufrimos que en combatir el sufrimiento. Por eso, ¡benditos los médicos, las enfermeras, cuantos se dedican a curar cuerpos o almas, cuantos luchan por disminuir el dolor en nuestro mundo! 

El dolor es una herencia de todos los humanos, sin excepción. Un gran peligro del sufrimiento es que empieza convenciéndonos de que nosotros somos los únicos que sufrimos en el mundo o los que más sufrimos. Una de las caras más negras del dolor es que tiende a convertirnos en egoístas, que nos incita a mirar sólo hacia nosotros. Un dolor de muelas nos hace creemos la víctima número uno del mundo. Si en un telediario nos muestran miles de muertos, pensamos en ellos durante dos minutos; si nos duele el dedo meñique gastamos un día en autocompadecernos. Tendríamos que empezar por el descubrimiento del dolor de los demás para medir y situar el nuestro. 

Es la humilde aceptación de que el hombre, todo hombre, es un ser incompleto y mutilado. Es el descubrimiento de que se puede ser feliz a pesar del dolor, pero es imposible vivir toda una vida sin el. El mayor descubrimiento, el que más me ha tranquilizado como hombre ha sido precisamente este sano realismo. Tratar de no mitificar mi enfermedad, no volverme contra Dios y contra la vida, como si yo fuera una víctima excepcional. Desde el primer momento me planteé la obligación de pensar que «yo no era un enfermo», sino “un señor que tiene un problema» como «todos» tienen sus problemas”.

Cuando vas conociendo a los hombres, descubres que «todos» son mutilados de algo. Así pensé que a mí me faltaban los riñones o me sobraba un cáncer, pero que a los demás o les faltaba un brazo, o no tenían trabajo, o tenían un amor no correspondido, o un hijo muerto. Todos. ¿Qué derecho tenía yo, entonces, a quejarme de mis carencias, como si fueran las únicas del mundo? Sentirme especialmente desgraciado me parecía ingenuo y, sobre todo, indigno. 

DEMASIADA RETÓRICA 
La tercera gran respuesta es ver los aspectos positivos de la enfermedad. Quiero prevenir contra un gran error muy difundido entre personas de buena voluntad: la tendencia a ver en la enfermedad y el dolor algo objetivamente bueno. Creo que se ha hecho, especialmente entre los cristianos, mucha retórica sobre la bondad del dolor, con la que se confunden tres cosas: lo que es el dolor en sí; lo que se puede sacar del dolor; y aquello en lo que el dolor puede acabar convirtiéndose, con la gracia de Dios. Lo primero es y seguirá siendo horrible. Lo segundo y lo tercero pueden llegar a ser maravillosos. 

Cristo mismo lo dejó bien claro en su vida: jamás ofreció florilegios sobre la angustia, no fue hacia el dolor como hacia un paraíso. Al contrario: se dedicó a combatir el dolor en los demás, y, en sí mismo, lo asumió con miedo, entró en él temblando, pidió, mendigó al Padre que le alejara de él y lo asumió porque era la voluntad de su Padre. Y entonces acabó convirtiendo el dolor en redención. Es mejor no echarle almíbar piadoso al dolor. Pero hay que decir sin ningún rodeo que en la mano del hombre está conseguir que ese dolor sea ruina o parto. El hombre no puede impedir su dolor, pero puede conseguir que no lo aniquile, e incluso lograr que ese dolor lo levante en vilo. 

En lo humano y mucho más en lo sobrenatural, el dolor puede llegar a ser uno de los grandes motores del hombre. Luis Rosales afirmaba que «los hombres que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir». 

El dolor es parte de nuestra condición humana; deuda de nuestra raza de seres atados al tiempo y a la fugitividad. No hay hombre sin dolor. Y no es que Dios «tolere» los dolores, es, simplemente, que Dios respeta la condición temporal del hombre, lo mismo que respeta que un círculo no pueda ser cuadrado. Lo que Dios sí nos da es la posibilidad de que ese dolor sea fructífero. Empezó haciéndolo fructífero él mismo en la Cruz y así creó esa misteriosa fraternidad de dolor de la que nosotros podemos participar. 

VINAGRE, O VINO GENEROSO 
El hombre tiene en sus manos esa opción de conseguir que su propio dolor y el de sus prójimos se convierta en vinagre o en vino generoso. Yo he comprobado aquella frase de León Bloy que aseguraba que en el corazón del hombre hay muchas cavidades que desconocemos hasta que viene el dolor a descubrírnoslas. Así puedo afirmar que el dolor es, probablemente, lo mejor que me ha dado la vida y que, siendo en sí una experiencia peligrosa, se ha convertido más en un acicate que en un freno. 

Pase lo que pase, a lo que tú no tienes derecho es a desperdiciar tu vida, a rebajarla, a creer que, porque estás enfermo, tienes ya una disculpa para no cumplir tu deber o para amargar a los que te rodean. Debes considerar la enfermedad como un hándicap, como un «reto», como una nueva forma para testimoniar tu fe y realizar tu vida. Has de buscar todos los modos para sacar todo lo positivo que haya en la enfermedad y así rentabilizar más tu vida. 

Lo verdaderamente grave de la enfermedad es cuando ésta se alarga y se alarga. Un dolor corto, por intenso que sea, no es difícil de sobrellevar. Lo verdaderamente difícil es cuando ese camino de la cruz dura años, y peor aún si se vive con poca o ninguna esperanza de curación en lo humano. 

Sólo la gracia de Dios ha podido mantenerme alegre en estos años. Y confieso haberla experimentado casi como una mano que me acariciase. Dios no me ha fallado en momento alguno. Yo llamaría milagro al hecho de que en casi todas las horas oscuras siempre llegaba una carta, una llamada telefónica, un encuentro casual en una calle, que me ayudaba a recuperar la calma. Confieso con gozo que nunca me sentí tan querido como en estos años. Y subrayo esto porque sé muy bien que muchos otros enfermos no han tenido ni tienen en esto la suerte que yo tengo. 

La verdadera enfermedad del mundo es la falta de amor, el egoísmo. ¡Tantos enfermos amargados porque no encontraron una mano comprensiva y amiga! 

Es terrible que tenga que ser la muerte de los seres queridos la que nos descubra que hay que quererse deprisa, precisamente porque tenemos poco tiempo, porque la vida es corta ¡Ojalá no tengáis nunca que arrepentiros del amor que no habéis dado y que perdisteis! 

La enfermedad es una gran bendición: cuando te sacude ya no puedes seguirte engañando a ti mismo, ves con claridad quién eras, quién eres. 

Descubrí a su luz que en mi escala de valores real había un gran barullo y que no siempre coincidía con la escala que yo tenía en mis propósitos y deseos. ¡Cuántas veces el trabajo se montó por encima de la amistad! ¡Cuántos más espacios de mi tiempo dediqué al éxito profesional que a ver y charlar pausadamente con los míos! Aprendí también a aceptarme a mí mismo, a saber que en no pocas cosas fracasaría y no pasaría absolutamente nada, entendí incluso que uno no tiene corazón suficiente para responder a tanto amor como nos dan. Todo hombre es un mendigo y yo no lo sabía. 

Entre estos descubrimientos estuvo el de los médicos, las enfermeras y los otros enfermos. Hasta hace algunos años apenas había tenido contactos con el mundo de los hospitales y tenía de sus habitantes ese barato concepto por el que, con tanta frecuencia acostumbramos a medir a los seres más por sus defectos que por sus virtudes. La enfermedad, al vivir horas y horas en los hospitales, me descubrió qué engañado estaba. 

UN ABUSO DE CONFIANZA 
La idea de que la enfermedad es «redentora» no es un tópico teológico, sino algo radicalmente verdadero. Dios espera de nosotros, no nuestro dolor, sino nuestro amor; pero es bien cierto que uno de los principales modos en que podemos demostrarle nuestro amor es uniéndonos apasionadamente a su Cruz y a su labor redentora. ¿Qué otras cosas tenemos, en definitiva, los hombres para aportar a su tarea? 

Os confieso que jamás pido a Dios que me cure mi enfermedad. Me parecería un abuso de confianza; temo que, si me quitase Dios mi enfermedad, me estaría privando de una de las pocas cosas buenas que tengo: mi posibilidad de colaborar con él más íntimamente, más realmente. Le pido, sí, que me ayude a llevar la enfermedad con alegría; que la haga fructificar, que no la estropee yo por mi egoísmo.