PD1: Ayer fui a un funeral de una pareja de 70 años que se habían muerto con una diferencia de 2 días. Muy triste ver a la única hija que se había quedado sin sus padres y lloraba desconsolada.
El cura no hizo un panegírico sobre los difuntos, sino nos dio un sermón fabuloso. Hablaba de la deuda que tenemos los hijos para con nuestros padres. Todo ese amor que damos los padres en la crianza de los hijos, ese desvelo, ese darse a diario, enseñarles buenos hábitos y ser los impulsores de su fe, se convierte en una especie de deuda que se cobran los padres en la vejez.
La vida, cuando nos vamos haciendo viejos, nos devuelve a la niñez. La falta de cabeza nos va provocando ser dependientes para que muramos como niños… Y los hijos tenemos el deber, muchas veces costoso en tiempo y esfuerzo, de atender, cuidar y mimar a nuestros padres, de devolverles todo el amor que ellos nos han dado, de gratitud por haber canalizado la fe que nos dio el Señor a través de ellos…
Y propuso un plan: que seamos más cariñosos con nuestros padres mayores, que seamos mejores hijos…, desde ya, no cuando estén más impedidos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario