16/5/25

humildad...

PD: Cuidado con la falsa humildad:

La humildad es una exhibición de los vivos. Parece un poco absurdo pensar en ella como atributo de los muertos. Los mausoleos también son decisiones de los vivos, bien para sí mismos, bien para terceros a quienes se considera dignos de semejantes honras fúnebres.

Santa Teresa que era muy lista y tenía muchas horas de vuelo, desconfiaba de los ataques de humildad. En una carta reprendía a una de sus monjas a la que le gustaba firmar como “Sor Estercolero”. “Espero hermana”, le escribía, “que su humildad no sea solo una cuestión de palabras”.

En general, Santa Teresa hablaba de “las humildades falsas que pone el demonio”. En una ocasión se refirió a su gran competidora, y milagrera, Catalina Cardona, mencionando maliciosamente, como de pasada, que solía firmar como “la pecadora”.

A Santa Teresa todas estas exhibiciones de humildad le crispaban los nervios.

La humildad es casi siempre un sentimiento impostado. La formación de la personalidad lleva aparejado una inevitable dosis de extremada soberbia. La afirmación frente a los demás es un requisito de la maduración hacia la vida adulta. Lo natural es esa soberbia, a la que los años van poniendo en su sitio, no la humildad.

Se confunde con frecuencia la humildad con la naturalidad o con la bonhomía.

Salvo a quienes aman el trato adulatorio y manifestarse ellos mismos de manera bombástica, a casi todo el mundo le gusta la naturalidad de los demás. Que no es que sea tampoco una virtud innata o adquirida, sino una manera más cómoda de estar en el mundo.

La naturalidad es a la moda “casual” o distendida lo que la altanería y el trato distante y altivo es al terno con corbata o, extremando las cosas, al chaqué, al smoking o al frac. No hay que retroceder a los tiempos en que “Fernando VII usaba paletó” para lucirse más incómodo.

Naturalidad no es modestia igual que arrogancia no es sabiduría. La naturalidad es comodidad para los demás y para uno mismo.

En esa búsqueda de la naturalidad los humanos hemos llegado gracias a “la rebelión de las masas” a lo que antes se llamaba “apearse el tratamiento”. Falangistas y comunistas lo hicieron en el siglo XX, implantando el uso del “camarada”, que era todo un pasarse de rosca de fraternidad ficticia.

El primer indicio de que alguien ha ido cumpliendo años se produce cuando un niño hace el recorrido inverso. Es decir, cuando le “desapea” el tratamiento a alguien y le trata de Ud.

Hay una humildad, quizás natural, quizás taimada, que se manifiesta en los maniacodepresivos cuando abandonan la fase de la euforia.

En los últimos tiempos y gracias a Twitter se ha puesto de moda expresar las opiniones propias haciéndolas preceder de un falsario “IMHO”, que son las siglas en inglés de “In My Humble Opinion” (en mi humilde opinión ó EMHO). Esas declaraciones de humildad están muy bien porque previenen a quien las escucha contra el arrebato de soberbia que viene a continuación. Ese EMHO es en el terreno de la humildad lo mismo que las afirmaciones de “transparencia, código de buen gobierno, rendición de cuentas o actitud implacable en la lucha contra la corrupción” son en el de la política: una advertencia involuntaria para que los incautos salgan corriendo y se pongan a cubierto.

Parece mentira que la humildad exhibida siga teniendo tan buena prensa, a pesar de lo que la fustigó Jesús en la parábola del fariseo y el publicano, lo que dejó la humildad confinada estrictamente al terreno de la oración mental.

Puede que la humildad, si es que existe, solo sea el reverso de los remordimientos.

En suma, la humildad no es, a lo que parece, más que un truco, entre otros muchos, para conseguir dominar a los demás.

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