29/10/15

vivir en armonía

PD1: La importancia de vivir en armonía conyugal

El matrimonio, y la familia de manera especial, es una escuela de amor, porque la convivencia diaria obliga a acoger a los demás con respeto, diálogo, comprensión, tolerancia y paciencia.

La armonía conyugal se logra cuando la pareja, al vivir el amor, “se supera a sí misma” y armoniza sus cualidades en una unión sólida profunda. Cuando esto ocurre, cada uno se enriquece con las cualidades del otro. Se da entonces una especie de “transfusión de dones” entre ambos. Pero para eso es necesario que la pareja llegue a la unidad, superando las falsedad, la inmadurez, la mentira, la infidelidad. Que nada los divida: mentiras, peleas, odios…

Es lamentable que entre muchas parejas, con el pasar del tiempo, y con la rutina del día a día, la atención al otro, y peor aún, el respeto, se van acabando. No tiene lógica, por ejemplo, que uno ofenda al otro con palabras pesadas y que provocan resentimientos; no tiene cabida que el marido hable mal de la esposa con los demás, criticándola con terceros. Esto también es infidelidad. Esto no sucede solamente en el campo sexual.

Por otro lado, es necesario estar atentos para que la atención y el cariño al otro no se apaguen. Es importante mantener encendida la llama del deseo de agradar al otro. Es en los detalles donde muchas veces se manifiesta: ¿Cuál es la ropa que a ella le gusta que me ponga? ¿Qué corte de pelo le gusta a él? ¿Cuál es la moda que le gusta? ¿Cuál es la comida que le gusta? ¿Cuáles son los muebles que prefiere? ¿Cuál es el coche que más le gusta? ¿Cuál es el pasatiempo que le gusta? En fin, la preocupación de alegrar al otro, sin caer en la exageración, está claro, es lo que mantiene la comunión.

Esto no quiere decir que el amor conyugal deba ser un “egoísmo a dos”. Como diría Exupéry, “amar no es mirarse el uno al otro, sino es que ambos miren en la misma dirección”. Esto es, la pareja no puede detenerse en sí misma, tiene grandes tareas delante: los hijos, la ayuda a los demás, la vida en la Iglesia, etc. Es importante mirar en la misma dirección y caminar juntos.

Para que la armonía se de en la vida de la pareja, cada día, deberá rechazar todo lo que pueda desunirla: peleas y palabras ofensivas, comparaciones con la vida y actitudes de otros matrimonios, malentendidos con la familia del cónyuge, envidia y celos del otro, malentendidos en el uso del dinero, reclamos, negatividad, apego exagerado a los padres, mal humor, meterse con el otro, en fin, todo lo que amargue la relación.

Para que la armonía se de es necesario conocer al otro. Cada uno de nosotros es un misterio insondable, único e irrepetible. Somos individuos. Cada uno de nosotros es insustituible y eso muestra lo importantes que somos para Dios. Cuando nos casamos, recibimos al otro de la manos de Dios y la familia, como un regalo único, singular, sin igual y que debe, por lo tanto, ser cuidado con el máximo cuidado para siempre.

Es fundamental para la vida de la pareja que cada uno conozca la historia del otro: su vida, su pasado, la realidad familiar, de dónde viene, etc., para poder comprenderlo, ayudarlo, amarlo, perdonarlo. Nadie ama a quien no conoce.

Todo nuestro pasado permanece vivo dentro de nosotros, y lo llevamos al matrimonio. Para que el otro me comprenda, necesita conocer mi pasado, la historia de mi vida. En ello radica la importancia de revelarle al otro ese “misterio” que somos, de manera clara y auténtica, sin falsedades ni mentiras.

Un misterio sólo puede conocerse si es revelado. Por lo tanto, cada uno necesita “revelarse”, con toda sinceridad y autenticidad, para que el otro lo conozca. Aunque esa práctica haya comenzado en el noviazgo, no debe cesar en la vida de la pareja. Siempre es tiempo de conocer al otro cada vez más, para descubrir sus riquezas.

Aquí entra la importancia del diálogo en la vida de la pareja. Algunas dificultades la descolocan y la pareja tiene que estar atenta a eso. Para algunos es la falta de hábito en el diálogo, no están acostumbrados a él. Por otro lado es necesario vencer tanto mutismo, o no hablar, así como el hablar de más, al punto de anular al otro.

Normalmente el hombre espera de la mujer que sea caprichosa, con él y con la casa, que cuide de su apariencia y lo estimule en sus actividades. La mujer, por su parte, espera comprensión, seguridad, atención a sus cualidades, afecto, romance, elogio, cariño y también estímulo para su realización. Las diferencias personales no son los obstáculos a la armonía conyugal, al contrario, la comunión de la pareja se arraiga en la complementariedad natural que existe entre el hombre y la mujer y crece en el intercambio de las riquezas de cada uno.

“Si quieres ser tratado como rey, entonces trata a tu esposa como reina”. Podemos decir que una pareja armónica es una pareja madura. ¿Qué es ser maduro? Es ser plenamente hombre o mujer.

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