26/9/13

dialogo..., de lo que sea

PD1: Lo más horrible que he visto yo de los matrimonios es cuando se acaba el cariño, cuando no se saben qué contar… He visto a muchos matrimonios hacer el: El método “pimpán” y no me gusta. Si no eres capaz de hacer reír a tu mujer, apaga y vámonos. Cuesta la rutina, cuestan las viejas heridas, pero si no se intenta es una convivencia atroz:

El método Pimpán³ lo practican matrimonios maduros, de esos que ya tienen a los hijos emancipados, y que en los fines de semana aprovechan su nueva independencia para darse algunas alegrías gastronómicas. Para practicar el método Pimpán³ hay que comer en absoluto silencio, hasta el punto de que el único sonido que se escucha sobre la mesa es el chocar de los cubiertos contra la fuente de la comida al servir.

Son parejas campesinas que ya se tienen tanta confianza que no necesitan hablar para llenar espacios huecos en esa mesa, porque no los perciben así. Así que la parte clave del método es el silencio: ese silencio que a mí se haría intolerable durante una comida entera pero que en los practicantes del método es de lo más natural. Sólo se interrumpe, por cierto, en el momento del café y los licores, en los cuales la pareja intercambia unas cuantas frases: me imagino que son pareceres sobre el banquete y estimaciones más o menos ciertas de la cuenta.

Cocido gallego (Juantiagues / Flickr).

La otra característica del método Pimpán³ es la completa compenetración entre los dos comensales, su ritmo deglutorio y masticador, la precisión suiza en la transferencia de comida entre la fuente al plato. De ahí viene el pimpán-pimpán, un toma y daca rápido “para ti y para mí”Uno tras otra, alternándose disciplinadamente, atacan a la fuente de forma frontal y lateral, sin piedad ni asomo de duda. Y aquí no observamos la educación burguesa de uno servir a la otra, ni la sumisión doméstica de la otra sirviendo al uno. Para nada: en estas parejas, cada uno va a lo suyo, pero de forma coordinada.

Aunque hay otra forma de demostrarse cariño: el mayor ejemplo de coordinación está en que son tan conscientes de los gustos de los otros, que se sirven de la fuente dejándole al otro las piezas favoritas. Que si te gusta la costra del arroz, yo iré entrando hacia el centro. Que si te van los muslos de pollo, yo me decanto por las pechugas.

Lo último que define estos banquetes silenciosos es la ausencia de tregua. De forma rápida, el matrimonio aborda con profesionalidad una fuente de cocido de esa altura conocida como “poner los chorizos de pie”. Y mientras nosotros, aún pareja novata en el método, claudicamos cuando la bandeja todavía parece intocada, los pimpanistasavanzarán sin miedo hasta el final, dando cuenta de toda la bandeja de lacón, costillas, morros, orejas, cacheira, falda, chorizos, muslos de pollo, patatas, habas y grelos en poco tiempo más del que nosotros empleamos para abandonar el partido en el descanso.

El restaurante estará al final lleno de esas voces cargadas por el vino, las gotas servidas al café y los licores de la casa. Pero el matrimonio de pimpanistas, sin muestras de cariño aparente entre ellos, sin necesidad de mirarse pero juntos y amorosos hasta el final de sus días,  ya pensarán en el siguiente reto gastronómico, en la primavera que no tardará en llegar.

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