12/6/15

el matrimonio

PD1: Interesantes cosas sobre el matrimonio que escribe Xavier Bringué Sala:

En el matrimonio no se cede, se DA.

Porque lo que ocurre cuando uno dice "sí" es que se convierte en parte del otro, le da todo lo que tiene que ver con el ser hombre y el ser mujer, con lo conyugable. Y es realmente absurdo ceder algo que ya no es tuyo porque lo has dado. Es como reclamar un regalo ya hecho... Una idea que puede servir es pensar que los que tienes delante y te escuchan están enamorados. Pregúntales y te dirán que sí... Entonces si están "en-amor-dados" al otro, ¿qué puñetas quieren ceder?

En el matrimonio no se concilia, se INTEGRA.

En el matrimonio no hay nada que conciliar si ya está todo dado: todo lo que afecta al proyecto de mi matrimonio queda integrado dentro del mismo.  ¿a alguien se le ocurre decir "a ver si consigo conciliar mi trabajo con la educación de los hijos" o cosas parecidas? El proyecto más gordo, el compromiso más gordo que uno tiene es su matrimonio. Y se supone que ha llegado hasta ahí de forma responsable y voluntaria. Por lo tanto, hablar de conciliar es una inmadurez. La idea es que mi trabajo, mis aficiones, mi vida -menos lo que es íntimo de mi conciencia ante el Altísimo- queda supeditado -INTEGRADO- en el proyecto que tengo con la otra persona y que se llama matrimonio...

Somos marido y mujer pero, sobre todo, somos CONSORTES.

Aunque ya no se use mucho, una vez casados se puede definir al otro como “mi consorte”. No se usa pero su significado es muy interesante: “consorte” significa “con la misma suerte” “con el mismo destino”. Es decir, hemos decidido compartir con la otra persona un mismo destino común a través de un proyecto que se llama matrimonio. Ambos tenemos el mismo destino. Y por eso, cuando nos enfadamos por algo, cuando ese destino común da indicios de querer ser individual, cuando decimos que "la otra o el otro me quita libertad" se nos queda cara de gilipollas...

Una vez casados, el amor pasa de SUPERAVIT a DEUDA.

Cuando decimos “sí”, en ese momento, ocurre una donación plena y total al otro –en lo que afecta a ser hombre y a ser mujer-. Ya no somos un tú y un yo, dos seres distintos que se quieren. Somos un “co-ser”, formamos una unidad porque nos hemos dado. Y como nos hemos dado, surge una deuda de amor: debo quererte. Es pasar del “nos queremos, debemos casarnos” al “estamos casados, debemos querernos”. Por lo tanto, es IMPORTANTE entender que estar casado es estar siempre en DEUDA. ¿Y cuál es el tamaño de esa deuda? Pues resulta que es mucho mayor que la que tiene ahora España: es lo que le debo a mi marido o a mi mujer por haber decidido, de forma libre y voluntaria, darse. La donación, el regalo es toda su persona… ¡menuda deuda, no!

Y, si lo que le he dado al otro es lo más profundo de mi ser, si el regalo soy yo y lo hago por amor, lo lógico es intentar mejorarlo. ¿A quién se le ocurre regalar una mierda de pulsera su mujer? Pues aquí lo mismo, cuanto mejor sea uno para regalarse, mejor irá vuestro matrimonio. Y eso hay que currárselo: en la iglesia entra un generoso o un egoísta, un ser sincero o mentiroso, alguien honesto o gilipollas soltero...,y sale el mismo generoso, egoísta, sincero, mentiroso, honesto o gilipollas pero ya casado. La diferencia es que cuenta con ayuda especial del Altísimo y el apoyo incondicional de la otra parte contratante.

Si no puedes cambiarlo, ACÓGELO.

Dicen algunos que las miradas de complicidad que se lanzan los novios frente al altar el día de su boda, en realidad, significan: "Ya te cambiaré, majo -o maja-". Esto no está mal, incluso a algunos les vendrá muy bien un buen cambio. Ahora bien, hay que saber distinguir qué se puede cambiar y que no, tanto de uno mismo como del otro. Lo que se pueda, cámbialo empezando por uno mismo. Y lo que no, ACÓGELO: "es que habla mucho, es que es muy tímido, es que..." pero no apuestes tu matrimonio por intentar cambiarlo...

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