22/6/15

las parejas

PD3: Lo que arruina a las parejas

1. Pensar demasiado en sí mismo

“Yo al centro”. Es la madre de todos los virus. Consiste en la absoluta auto evidencia del yo individual, como principio y criterio de la realidad, en particular de la realidad afectiva. Simplificando: “Lo que me va bien, le va bien a todos”; mis razones, exigencias, necesidades, dificultades, miedos, etc., marcan la razón misma de la pareja, o más aún: de la felicidad de la pareja.

2. Expectativas demasiado altas

“Tú estás hecho para mí o la fusión de amor”. Deriva de la “naturaleza” del primero: “Tú estás hecho para mí, tú respondes a mis expectativas, tú funcionas como yo”. La crisis surge cuando tú me desilusionas y no eres como me habías hecho creer. Mi yo se vuelve tu medida y la razón de nuestro estar juntos.

3. El principio del intercambio

“Por ahora, o la esclavitud del fragmento”. Limita estas expectativas al “por ahora”, avanza el principio del intercambio (tú eres mía, yo soy tuyo) pero necesariamente esto se limita al momento, al fragmento: ¿cómo yo, que soy sano de mente y me conozco bien, puedo garantizarte que te amaré siempre? Más aún, tú, así como eres, ¿serás bueno para mí el día de mañana?

4. Las dudas sobre lo que se sentirá con el tiempo

“El sentimiento o la primacía del mundo emotivo”. Sale como el pollito del huevo: no está garantizado que te amaré siempre, ni es cierto que tú serás bueno para mí siempre porque no puedo dejar de sentir mis emociones, mis pasiones, cómo me siento. Y esto se vuelve no sólo mi barómetro sino el barómetro de nuestra pareja.

5. El deseo de no sentirse vinculados

“Necesidad de vías de escape o ¿cómo podría garantizarte el “para siempre”?”. Como consecuencia, hay enfrentamiento. Cuando he contraído un vínculo, necesito la posibilidad de tener vías de escape: no seré un perro atado a la cadena del vínculo; liberación, atajos, incluso rupturas que se me deben permitir, de otra manera no son libre. Mi yo no se ha dado a nadie más que a sí mismo (“Si no me defiendo yo, no me defiende nadie”, decía un marido exasperado) y, por lo tanto, no puede renunciar a sus “reservas”.

6. El vínculo excesivo con los padres

“Me caso contigo y no con tu familia o el clamor de tu madre”. No es nuevo, pero nuestro contexto cultural nos reconduce poderosamente al primer virus, es su verdadero descubrimiento: “Para ser mío/mía debes cortar todos los lazos (cordón umbilical incluido), debes ser “nuevo/nueva” para mí: yo soy tu horizonte, tu razón, tú me debes “el clamor de tu madre” (y de todo eso – incluso todos aquellos valores – que osas poner antes que a mí) porque tu razón soy yo. De otro modo, cortamos nuestro lazo y amigos como antes, como se suele decir”.

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