12/3/12

ahora y en la hora de mi muerte...

PD7: El otro día hablando con una clienta mayor me preguntaba qué pasaría con su cartera si ella falleciera. Le expliqué, como sabes, que no se pierde nada. Que hay que esperar unos seis meses a liquidar la testamentaría para hacer la partición de los fondos de inversión, que se reparten en función de los beneficiarios de su testamento, que no tienen que liquidar la llamada plusvalía del muerto (la que tiene latente el difunto en el día de su muerte), que no se pierde dinero ni nada…, que los planes de pensiones los cobran los herederos sin pasar por testamentaría, que estuviera segura…

Me dijo que eso no le preocupaba, que ya sabía ya, que bueno y que tal… Que lo que le tenía preocupada era qué pasaría si no era ella la que se muriese, sino qué pasaría si fuera yo el que me fuera al otro barrio… GLUPS pensé, me ha matado.

Armándome de valor le dije que no, que tampoco le iba a pasar nada. Que somos un equipo de 130 personas, creo, de las cuales en Madrid hay unas 60. Que quizás tuviera suerte y la persona que le asignaran para llevarle la cuenta le iba a contar las cosas mejor que yo, que si no le gustaba mi sustituto pidiera un cambio de consejero, que podría llevarse el dinero a otra entidad, que gracias al “no peaje fiscal” esto es gratuito y no se realizan las plusvalías latentes, que se podría ir a cualquier sitio de la competencia el día que se hartase de mi, que no hacía falta que yo me muriera, que tuviera ojo que por ahí hay mucho desalmado que sólo vende estructuras financieras y garantizados, que las entidades financieras no tienen escrúpulos a la hora de colocar sus mierdas, que tienen a porrillo…Que esto es un negocio de confianza, que hoy estás conmigo y si mañana pierdes la confianza en mí, no te ata nada…, que era dueña de su dinero y se lo podía llevar donde quisiera…

La dejé tranquila… ¿Me dejó preocupado a mí? No. He meditado muchas veces sobre mi muerte. No me la deseo por lo que todavía dejo atrás; pero estoy dispuesto a afrontarla cuando venga con una sonrisa, con fe, sabiendo lo que me espera. Me he confesado tantas veces, cada semana. He caído y he vuelto a pedir perdón tantas veces. Confío en su misericordia: cuando quieras, como quieras, donde quieras… La cantidad de veces que a diario le habré pedido a la Virgen en el Avemaría: “…ahora y en la hora de mi muerte…”, tantos Rosarios…

Y el dinero es efímero. Hoy lo tienes, mañana no…, el dinero no es lo importante en esta vida (aunque para muchos sí lo sea). El dinero no te da la felicidad, ni te la aproxima. Las fortunas se hacen y se deshacen. Nuestra labor es conservarlas y engordarlas, pero he visto de todo en los 25 años que me llevo dedicando a esto. En cualquiera de los casos, al cementerio no te lo llevas, eso es lo único seguro, que nos morimos y que no nos llevamos nada. Pero ojo, no hay que gastárselo todo, hay que ser generoso y dejarle algo a los hijos…

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